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jueves, 19 de julio de 2012

Astrología: el Código de las Estrellas



Cualquiera de nosotros puede experimentar inesperados cambios de fortuna. Suerte, desgracia, amor, dinero, accidentes.... La vida humana es un complejo entramado de acontecimientos que en muchas ocasiones tratamos vanamente de controlar. Uno puede perder lo que tiene de la noche a la mañana...., pero no perderá la noche ni la mañana mientras viva. El mas infeliz y depauperado seguirá conservando ese escenario. Nadie podrá quitarle, mientras el corazón prosiga su curso misterioso, el ardiente sol, la luna cambiante, las estrellas innumerables y el propio planeta que le sostiene. En algo tan simple, tan evidente, y sin embargo tan poco meditado, se basa el antiquísimo código de las estrellas que ha llegado hasta nosotros, superando siglos de intolerancia, fanatismo y desdén "científico", con un nombre demasiado gastado: ASTROLOGÍA.


Un nombre gastado que, sin embargo, se refiere a una maquinaria cuyos mecanismos rayan en la  perfección, a un sistema de leyes y relaciones cósmicas que parece afectar directamente a todos y cada uno de nuestros actos. A lo largo de esta sección iremos viendo hasta que punto responde a la realidad esta afirmación. Resulta difícil en nuestros días brindar una definición correcta de la astrología, una de las disciplinas herméticas mas antiguas que se conocen.

Muchas gentes aun confunden lamentablemente a los astrólogos con los astrónomos. Es cierto, que en los albores de la humanidad los magos astrólogos fueron los primeros astrónomos que existieron, aunque también es cierto que ellos tenían una concepción del cielo muy distinta a la de los astrónomos actuales.

El Paso de los Milenios

Como todos los ciclos históricos la astrología tuvo una prehistoria. ¿Desde cuando se preocupa el homo sapiens por escrutar los astros? El hombre conocía los periodos lunares hace 35.000 años, y los egiptólogos localizaron cartas celestes que fueron trazadas en el año 4.200 a. de j.c. 

Las primeras civilizaciones eran nómadas y sus pastores se fijaron indudablemente en todos los astros mas brillantes. En la zona meridional de gran Bretaña existe un monumento excepcional del pasado: Stonehenge. Se han datado sus piedras talladas en el 1.800 a. de j.c. 

Entre los pueblos que poblaron la fértil mesopotamia una de las cunas de la civilización, se encuentran los caldeos. Ellos eran excelentes geométras aritmólogos, pero sobre todo, magos, sacerdotes y adivinos, que prosperaron entre unas masas deseosas de conectar con las fuerzas ocultas de la naturaleza. Para vigilar la bóveda celeste, los caldeos construyeron grandes torres de mampostería y sillares de piedra con estructura piramidal llamados ZIGURATS. Eran genuinos observatorios. Algunos de ellos como los de URUK Y UR, alcanzaban dimensiones superiores a los 80 metros


Zigurat de UR


En sus restos se han descubierto tablas astrológicas como las de NÍNIVE. Los astrólogos caldeos calcularon las primeras tablas o efemérides de los movimientos planetarios que se conocen evaluando con precisión su paso por distintas configuraciones fijas de estrellas (constelaciones).


Los Zodiacos Egipcios


La ciencia de los astros se difunde rápidamente por Egipto, partiendo de las sabias enseñanzas de Berosus en la isla de Cos. En realidad los egipcios habían elaborado ya sus propios zodiacos o bandas de constelaciones cruzadas por el sol, de modo que muchos historiadores postulan que la gloria de los descubrimientos astrológicos sea compartida a partes iguales por caldeos y egipcios.

Hemos hablado de un hombre: Berosus, como introductor de este arte sublime en los cenáculos egipcios. A él se le debe también haber iniciado a los griegos: Tales y Anaximandro. El primer compendio astrológico se atribuye al excelso matemático y astrónomo Claudio Ptolomeo. Se denomina Tetralibros, data de los años 160-174 d. de C. y se considera el núcleo mas importante de la actual filosofía astrológica.




De la mano de los griegos la astrología llego a Roma y se popularizó no solo en los estratos populares, sino en las moradas de los altos tribunos. Una anécdota ilustrara suficientemente el alto aprecio que los emperadores romanos otorgaban a los horóscopos: Cuando Agripina recibe a su astrólogo, este excitado y casi llorando lee en su tablilla el aciago presagio astral: -Vuestro hijo Nerón, señora, alcanzara el trono, pero llegara a dar muerte a su propia madre. La respuesta dejo estupefacto al mago. -¡No importa; con tal de que consiga reinar....!


La Política Cristiana 

Los años venideros fueron sedimentando los conocimientos astrológicos.

Plotino, el gran pensador neoplatónico, acepta muchos principios astrológicos, pero insistiendo en la libertad del hombre para decidir su destino aunque fuera este fuera presionado por influencias planetarias. Hacia el siglo V San Agustín, el obispo de Hipona que había en su juventud aceptado la filosofía de los astros, la rechaza luego violentamente. Se abre así en el cristianismo una polémica que dura hasta nuestros días. 

En el siglo VIII los árabes fomentan el estudio del cielo. Ibrahim Al-Fazari crea el primer astrolabio que permite un calculo preciso de las posiciones estelares. Y dos siglos después Ibn Junis logra elaborar unas precisas tablas de las trayectorias planetarias. 

1125 es una fecha sagrada: se funda en Bolonia la primera cátedra de astrología. 

Luego Marco Polo trae noticias alentadoras al descubrir que en china existen mas de 5.000 astrólogos. 


Pero la fecha mas revolucionaria corresponde a la aparición, en 1543, del libro "De revolutionibus orbitum caelestium". En ella Nicolás Copérnico cambia radicalmente la concepción que hasta entonces se tenia del universo: no son el sol y los astros como creyeron caldeos, egipcios, griegos, romanos y la iglesia catolica, los que giran alrededor de la tierra, sino ésta en torno al sol, centro del universo.



En 1552 Lucas Gauric publica su notable obra de astrología. En ella se demuestra que prelados y famosos papas se mostraron decididos defensores de la nueva filosofía mántica. Cardan escribe también su magna obra hacia 1560 y Tycho Bahe, uno de los mas grandes astrónomos de la época, exclama por aquel entonces: "los que niegan la evidente influencia de los planetas violan pruebas claras que los hombres de juicio equilibrado saben que no es posible contradecir".

En el siglo XVII un monje y matemático italiano, Placidus, idea un tipo de división de casas que perdura hasta nuestros días, pese a que hoy ha sido impugnado por muchos astrólogos.




La Muerte de Catalina de Médicis

Era una época en que la confusión entre astrólogos de todas las tendencias hacían peligrar esta escuela del pensamiento. 

Se cuenta que Catalina De Médicis, la misma que protegiera posteriormente al gran Nostradamus, tuvo noticia de que Cósimo Ruggiero, un astrólogo florentino, disidente y de personalidad un tanto siniestra, aseguro que la reina moriría junto a Saint Germain. Al saberlo, Catalina ordeno a su sequito que trazasen un mapa con todos los puntos geográficos, aldeas y lugares que llevasen el nombre de Saint Germain. Quería evitar a toda costa encontrarse cerca de aquellos lugares de mal agüero. Un día llegaron a Blois, y por la noche tras pernoctar en el palacio local, acometió a la soberana una intensa fiebre y vivos dolores en el costado. Había recibido la noticia del asesinato del duque de Guisa y esto le había afectado profundamente. Llmaron a un físico (medico) y a un sacerdote. Cuando este se aproximo al lecho le pregunto su nombre.

-soy el padre Saint Germain, señora. La reina, horrorizada, exclamo:" entonces ya estoy muerta".




En 1632 Galileo, tras sus estudios telescópicos, confirma científicamente las tesis coperniquianas. Aunque Galileo llegó a trazar cartas natales (las vendía a 60 liras) sus descubrimientos marcan el divorcio entre dos corrientes. La vieja astrología ve desgajarse una nueva hija: la Astronomía; que pronto abominara las enseñanzas de su progenitora. 

Hacia 1781 se descubre el planeta Urano y esto trastorna gravemente las premisas de la vieja escuela. Los astrólogos se ven obligados rápidamente a integrarlo en sus esquemas astrales.
Llegamos ahora al siglo XIX; la obra ingente del gran William Lylly, astrólogo fallecido en 1681, había perdurado hasta esta época formando una fecunda escuela. En Inglaterra se hacia famoso Raphael, cuya popularidad se debió a la revista astrológica "The prophetic Messenger". Un día escribió en sus paginas:"El año 1861 será nefasto para todos los que hayan nacido en jornadas cercanas al 26 de agosto. Veo que entre ellos esta el príncipe consorte". Los periodistas de la época ironizaron acerca de la profecía. El príncipe, aun joven, estaba sano como una rosa, pero...., el 14 de diciembre de ese mismo año falleció inesperadamente

Surgen nuevos y grandes astrólogos: Miss Adams en Nueva York, que se hace famosa en los albores del siglo XX, Alan Leo en Londres, cuyo nombre real era W. Allen, Richard James Morrison, rival de Raphael (Smith). 

En 1846 se descubre Neptuno gracias a los cálculos de Le Verrier y esto trastorna nuevamente los supuestos clásicos. Nuevas correcciones se introducen en las tablas de efemérides para ajustar el hallazgo planetario.
Pero algo marca con fuerza los jalones de la historia, y es la aparición de la sociedad teosófica fundada por madame Blavatsky y el coronel Olcott (1875). Ella funda una nueva concepción de la astrología y sus enseñanzas se extienden como un ciclón por Europa y América.
Cuando nace este siglo, brillantes especialistas se extienden por ambos continentes,. Además de Evangeline Adams, surge Karl Erns Krafft, que nace precisamente en 1900.
El disidente psicoanalista Carl Gustav Jung, pese a no ser creyente en esta escuela, desarrollas paradójicamente brillantes estudios que arrojan luz sobre su filosofía. Reinhold Ebertin, Eudes Picard, Dom Negroman, Alexandre Volguine, H. J. Gouchon, Claire Santagostine, gran pedagoga del sistema astrológico contemporáneo, el alquimista Armand Barbault, Jean Viard. 

Mientras tanto se descubre un nuevo planeta: Plutón, en 1930, y se cierra al fin este periodo con el auge de las doctrinas emanadas por el gran Wilson y el racionalista Michel Gauguelin.
Concluye así la historia de un redescubrimiento, destinado a implantarse en nuestros días, pese a quienes niegan su validez como método de conocimiento, con inusitado vigor.


Luis Díaz Montaner

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