Es la lectura de las hojas de té (del árabe tass “copa” y el griego manteia “adivinación”). La costumbre de predecir la fortuna examinando las hojas de té comenzó en China, probablemente durante el siglo VI. A mediados del siglo XVII, el consumo del té se había generalizado y los adivinos leían las hojas de té en gran parte de Europa.
Los conceptos en que se basa la lectura de las hojas de té no eran algo completamente nuevo para los europeos. Ya los antiguos romanos adivinaban el futuro interpretando el poso de una copa de vino, y los adivinos medievales habían estudiado las formas de la cera fundida, del plomo líquido y de otras sustancias. Pero el nuevo arte exigía saber cómo preparar una taza de té para su lectura, así como el dominio de los significados de docenas o centenares de imágenes que podían aparecer en el fondo.
Durante los siglos XVIII y XIX, folletos muy sencillos instruían a los curiosos en todos los aspectos de la taseomancia. La práctica se hizo muy común, no sólo en la trastienda de los adivinos, sino también en los salones elegantes.
El té (preferiblemente de la variedad negra china o india) se prepara con hojas sueltas y se traspasa a una taza de color pálido sin la ayuda de colador. La persona a quien va a leérsele el futuro se lo bebe, y deja un poco de líquido y las hojas en el fondo. Luego remueve tres veces el poso, vuelca la taza sobre un platillo y golpea el fondo tres veces hasta que la mayoría de las hojas caen. El lector toma la taza y examina qué formas han dibujado las hojas que permanecen adheridas en el fondo y en las paredes de la taza.
Las hojas son un medio para estimular los poderes intuitivos del que realiza la lectura, que será capaz de predecir el futuro y percibir verdades que de otro modo permanecen ocultas
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